Para nosotros, los quiosqueros,  que tantas horas echamos al pie del cañón, el 1º de mayo, fiesta internacional del trabajo y de los trabajadores, debería ser precisamente eso: FIESTA.
Durante ese día, sin embargo, los quiosqueros no gozamos de un día de descanso como el que la inmensa mayoría de los trabajadores españoles disfrutaron ayer.
¿Soluciones? Las hay. Vaya ésta por delante: los editores de prensa, al igual que sucede con fechas tan significadas y entrañables como Navidad, Año Nuevo y Viernes Santo —en los que no se vende prensa—, podrían añadir una cuarta festividad, la del 1º de mayo.
Todos sabemos que la rentabilidad del quiosco está basada, entre otras cosas, en abrir la mayor cantidad posible de días durante el año —un día cerrado es un día de caja sin ingresos—, pero se podría aplicar una solución como, por ejemplo, editar para el día anterior —el 30 de abril— un ejemplar con gran contenido temático —no se nos olvide que las cuestiones de orden laboral figuran, salvo casos muy puntuales, en el primer puesto de las preocupaciones cotidianas de los españoles—, junto a una sugestiva promoción que permitiera, prácticamente, duplicar las ventas. Ello, con toda seguridad, nos ahorraría levantar la persiana el 1º de mayo.
Los quiosqueros, trabajadores anómalos para los que estar en el tajo en domingo no constituye algo extraordinario, pensamos que, por la carga simbólica que encierra la fecha, bien merece que los responsables y empleados de los puntos de venta pudieran sumarse a ese día de de celebración ciudadana.
Seguro que aplicando una pequeña dosis de interés e imaginación por parte de todos —editores, distribuidores y quiosqueros— engancharnos a la normalidad no constituiría problema alguno.