En su edición del pasado día 6 de septiembre —concretamente en su sección “Opinión”—, el rotativo madrileño EL PAÍS publicaba una breve aunque sustanciosa carta que, por su interés, reproducimos íntegramente.
 Tras su lectura, intuimos que su autora —Maribel Suñé, de Barcelona— debe ser muy joven, pero con el cerebro lo suficientemente bien amueblado como para darse cuenta de la importancia y dureza del trabajo de quiosquero, y de la sinrazón que supone algo que jamás nos cansaremos de denunciar —antes desde las páginas del desaparecido EL KIOSCO y ahora desde elkiosco.info—, y que no es otra cosa que esa absurda megalomanía de algunos editores por convertir a los quiosqueros en improvisados —permítasenos la expresión—  recicladores de cartón.
 Leamos:
 «Este verano he tenido la oportunidad en un gremio que pasa un tanto desapercibido. Siempre me había atraído la figura del quiosquero, ese personaje a quien todo el barrio saluda, amigo de los turistas, ilusión de los niños y faro del jubilado perdido en su cotidianeidad. Es un duro trabajo, no os dejéis engañar, pues no hay momento de descanso en el largo horario del quiosquero.
 Pero lo que me ha movido a escribir esta carta es mi indignación por la cantidad de papel malgastado que genera la lucha por el espacio.
 Diariamente llegan cajas llenas de enormes cartones en los que se pegan una revista o un objeto que no ocupa ni una cuarta parte de la superficie. ¿Es que no existe un tipo de presentación más coherente? ¿Más ecológica?
 Piensen, señores ideólogos del concurso “a ver quién lo hace más grande”, que nadie se lleva el cartón a casa, que un blister más pequeño sería suficiente y que el trabajo de arrancar, guardar y reciclar es todo nuestro.
 Me consta que hay un gremio de quiosqueros, estaría bien que se notara su presencia de vez en cuando. ¿Por qué no existe una ley ecológica al respecto que regule este hecho?»
 Gracias,  Maribel: no se puede alabar mejor y, al mismo tiempo, denunciar más con tan pocas palabras.





