

En la última década, España ha presenciado un cierre masivo de quioscos de prensa y revistas. Las cifras son reveladoras: se estima que más de 6.000 quioscos han tenido que bajar la persiana en todo el país en este periodo (elindependiente.com). Solo entre 2012 y 2021, el número de puntos de venta de prensa cayó un 44%, pasando de 7.639 a apenas 4.252 establecimientos (elpais.com). Ciudades como Madrid ilustran esta tendencia: hace diez años la capital contaba con unos 700 quioscos; hoy sobreviven menos de 350 (elespanol.com). Si bien gran parte de este declive se atribuye a factores estructurales –la digitalización de la información, los cambios de hábitos de lectura y sucesivas crisis económicas– existe una causa menos visible pero decisiva en la inviabilidad del negocio tradicional de los quioscos: el modelo de distribución y facturación de la prensa. En particular, la práctica de los distribuidores de cobrar por adelantado todo el género entregado, aunque luego se devuelva lo no vendido, está asfixiando financieramente a estos pequeños negocios y acelerando su desaparición.
El modelo actual de distribución: “facturación por lo recibido”
En teoría, la venta de prensa y revistas en quioscos opera bajo un modelo de consignación: el minorista recibe las publicaciones y solo debería pagar por aquellas unidades que logra vender, devolviendo el resto al distribuidor. De hecho, en los contratos estimatorios (consignación) la propiedad de la mercancía permanece en el proveedor hasta la venta, y la factura solo se emite en el momento en que el consignatario vende la mercancía (gerencie.comgerencie.com). Bajo un modelo de consignación auténtico, el flujo sería: el quiosco recibe, por ejemplo, 100 revistas, expone y vende las que pueda, informa al distribuidor de las ventas realizadas (digamos 40 ejemplares) y solo entonces recibe una factura por esas 40 unidades vendidas, procediendo a pagar únicamente dicho importe. El resto (los 60 invendidos) se devuelve sin más trámite o con un documento de entrega de devolución, sin haberse facturado nunca como venta.
Sin embargo, la práctica real en el sector dista mucho de este ideal. El modelo vigente podría describirse como un “venta en firme con derecho a devolución”, un oxímoron señalado por expertos del mundo editorial (cambiandodetercio.wordpress.com). En la práctica, muchos distribuidores emiten factura por el 100% del material entregado al quiosco en cada reparto, independientemente de cuánto termine vendiéndose. Es decir, si en el ejemplo anterior el quiosco recibe 100 revistas a un precio de coste (para el vendedor) de 3 € por unidad, el distribuidor le enviará de inmediato una factura de 300 € + IVA por esa entrega. Semanas después, cuando el quiosquero devuelve los 60 ejemplares no vendidos, la distribuidora emite una nota de abono (un reembolso o crédito) por el importe de esas devoluciones (60 × 3 € = 180 € + IVA). En teoría el saldo final sería equivalente a pagar solo por las 40 unidades efectivamente vendidas, pero el diablo está en los detalles temporales y contables.
Este sistema de facturación por lo recibido provoca varios efectos perniciosos. Primeramente, el quiosco debe registrar contablemente una compra mucho mayor que sus ventas reales, generando un pasivo ficticio (una deuda con el proveedor por mercancía que en realidad no se ha vendido ni, en último término, se pagará). Durante el lapso hasta la nota de crédito, las cuentas del quiosco muestran un gasto hinchado artificialmente y unos márgenes negativos, dando una imagen distorsionada de la rentabilidad. Además, se produce un desfase temporal crítico en la tesorería: el abono por las devoluciones suele llegar con retraso (a veces semanas o un mes después del reparto inicial), de modo que el minorista financia mientras tanto el coste de unos ejemplares que están acumulando polvo en el expositor. Como describen los propios vendedores, acaban “trabajando para el distribuidor en vez de para sí mismos”, debiendo revisar albaranes, controlar sobrantes e invertir horas administrativas solo para cuadrar esas cuentas de envíos y devoluciones que siempre parecen fallar “casualmente: nunca a nuestro favor”.
Otro aspecto crítico es la carga fiscal y financiera asociada. La factura inicial por todo el género implica que el quiosco asume también el pago del IVA y otros impuestos sobre bienes que ni siquiera ha vendido. Por ejemplo, con 300 € facturados de entrada, el vendedor de prensa soporta en ese momento el IVA correspondiente (en el caso de revistas suele aplicarse el 21%, unos 63 € en este caso). Ese IVA soportado podría recuperarlo más tarde vía la nota de abono de devoluciones, pero dependiendo de los tiempos de liquidación fiscal, es posible que tenga que adelantar fondos al fisco o quede con saldos a su favor difíciles de compensar. Se trata de una situación anómala, en la que se paga impuesto sobre un stock no realizado, algo claramente injusto y que erosiona la liquidez del autónomo. En resumen, bajo el modelo actual el quiosquero adelanta dinero al distribuidor y al Estado: financia la mercancía no vendida hasta su devolución y presta al fisco un IVA que no le corresponde hasta regularización. Todo ello recae sobre un negocio de márgenes exiguos, produciendo una tormenta perfecta que pone en jaque su viabilidad.
Impacto financiero: liquidez estrangulada y márgenes insuficientes
Los efectos del modelo de “cargo por entrega” sobre la salud financiera de los quioscos son profundos. En términos de liquidez, tener que adelantar contablemente (y a veces efectivamente, vía pagos a cuenta) el coste de todo el género recibido supone inmovilizar unos recursos que el quiosco a menudo no tiene o que necesita para otras obligaciones (pago a proveedores de chucherías, prensa local, gastos fijos, etc.). Muchos vendedores viven al día, manejando volúmenes de ingresos modestos, por lo que cargar con cientos de euros en material pendiente de venta los deja sin flujo de caja para afrontar gastos corrientes. De hecho, durante el tiempo entre la recepción y la devolución, el balance del quiosco muestra una deuda elevada con el distribuidor, aunque esa deuda no llegará a materializarse del todo; mientras tanto, si el proveedor gira recibos bancarios o exige pagos semanales, el quiosquero se ve forzado a sacar dinero de su bolsillo o de otras ventas para cubrir un stock invendido. Como describen algunos profesionales, “ese 20% de beneficio se queda en nada” una vez consideran las pérdidas por extravíos, errores de facturación, llamadas reclamando abonos y demás “disgustos” asociados a este.
Desde el punto de vista de la rentabilidad, el problema se agrava porque el margen comercial de la prensa es extremadamente bajo. Los distribuidores y editoriales fijan comisiones en torno al 20-25% del precio de portada para el punto de venta (huffingtonpost.es). En la práctica, esto significa que por un periódico de 2 € el quiosquero gana alrededor de 0,40 €; “de cada diario vendido, el vendedor se lleva apenas el precio de un café”, lamenta Remedios Garrido, presidenta de la Agrupación Nacional de Vendedores, quien compara: “dejo más propina cuando me tomo una cerveza que lo que me dan por un periódico” (huffingtonpost.es). Con las revistas sucede algo similar, con márgenes ligeramente mayores (habitualmente 25%) pero precios de venta unitarios que no superan unos pocos euros. Esta comisión no compensa el riesgo financiero que asume el vendedor bajo el modelo actual. Si un quiosco recibe una remesa grande de revistas caras, su exposición económica es enorme en comparación con su posible ganancia. Por ejemplo, un lote de coleccionables o fascículos puede suponer facturas de cientos de euros semanales; si la venta va mal, el quiosco tendrá que devolver la mayoría y esperar el abono, soportando mientras tanto todos esos gastos por adelantado. En palabras de un quiosquero veterano, “resulta que trabajaba para ellos, en vez de para mí”, refiriéndose a que el sistema le obliga a financiar a la distribuidora llenando el puesto de ejemplares que no se venden.
No es de extrañar, entonces, que muchos profesionales señalen este desequilibrio en el modelo de distribución como uno de los golpes que están “rematando” al sector, junto con la caída de ventas. Teresa Araujo, presidenta de la Asociación de Vendedores de Prensa de Madrid, ha indicado que prensa y revistas “dejan ya muy pocos beneficios”, sobreviviendo los quioscos gracias a la venta de otros productos de bazar (elindependiente.comelindependiente.com). Tras años de soportar pérdidas, numerosos propietarios optan por cerrar antes que seguir endeudándose para mantener un negocio en el que “los números no salen”. Al pagar por adelantado mercancía no vendida, se socava la fiscalidad y la viabilidad: el quiosco puede incluso entrar en pérdidas contables temporales (hasta que llegan los abonos), lo que afecta a su declaración de impuestos e ingresos declarados, pudiendo pagar más IRPF o IVA de lo que correspondería a su verdadero volumen de ventas. En suma, este modelo actúa como un impuesto oculto al quiosquero –un costo financiero y administrativo adicional– que erosiona su ya exigua rentabilidad. Varios testimonios del gremio convergen en que, sin un cambio, muchos más puestos no podrán mantenerse abiertos. “Ahora mismo el negocio no es rentable”, afirmaba resignado un vendedor madrileño; tras listar todos sus gastos (autónomos, luz, tasas) concluye que hay meses en los que trabaja prácticamente a pérdida o tirando de ahorros (huffingtonpost.eshuffingtonpost.es).
Propuestas de solución: hacia un modelo de consignación real y flexible
Frente a esta problemática, la solución de fondo pasa por reformar el sistema de distribución y facturación, alineándolo con un modelo de consignación real y más justo para el detallista. A continuación, se plantean varias propuestas –inspiradas en prácticas de otros países o sectores, así como en ideas del propio gremio– para aliviar la carga sobre los quioscos y hacer viable la venta de prensa en formato físico:
- Facturación sobre ventas efectivas (“cargo y abono”): La reivindicación principal es emitir facturas únicamente por los ejemplares vendidos, en lugar de por los recibidos. Esto implicaría que el distribuidor enviara el género acompañado solo de un albarán de entrega sin valor fiscal, es decir, un documento que detalle las unidades entregadas pero que no se contabilice como factura ni genere deuda inmediata. Luego, de forma periódica (por ejemplo, semanal o mensualmente), se haría un corte de las ventas realizadas y se emitiría la factura correspondiente a esas ventas netas. Este sistema es el estándar en muchos modelos de consignación en retail: por ejemplo, en el sector textil o de librerías bajo depósito, el minorista reporta al proveedor las ventas realizadas en el periodo acordado, y el proveedor factura únicamente esa mercancía en concreto (mecalux.esmecalux.es). Lo no vendido permanece como stock en consignación o se devuelve pasado el tiempo convenido sin haberse facturado nunca. Aplicar este principio al mundo de la prensa eliminaría de raíz el adelanto financiero indebido. El quiosco pagaría sobre caja realizada, y no sobre previsiones. Con ello, mejoraría inmediatamente su liquidez (no tendría que adelantar dinero por ejemplares o colecciones no vendidos) y su contabilidad reflejaría una imagen fiel de la actividad (ingresos y gastos reales de cada periodo).
- Digitalización y control de ventas unitarias: En la actualidad ya existen herramientas informáticas en muchos quioscos (TPVs, lectores de código de barras, software de gestión) que permiten llevar un registro preciso de cada ejemplar vendido y de cada devolución. Estos sistemas podrían integrarse con las distribuidoras para implementar con facilidad el modelo anterior. Por ejemplo, cada vez que el quiosco escanea la venta de un periódico o revista, esa información podría transmitirse al distribuidor en tiempo real o al cierre del día, de modo que se sepa exactamente qué porcentaje del envío se ha vendido. De igual manera, al escanear un código en cada devolución, quedaría constancia digital de los invendidos. Con estos datos, la factura periódica “por ventas” podría generarse automáticamente, eliminando demoras y discusiones sobre cantidades. Algunos países europeos han avanzado en la digitalización de la cadena de suministro de prensa, reduciendo los desajustes de inventario y facilitando la consignación; por ejemplo, en el Reino Unido los mayoristas emplean sistemas EPoS (Electronic Point of Sale) en los puntos de venta que reportan las ventas diarias, permitiendo ajustar las entregas posteriores y el cobro de acuerdo con lo vendido. Un sistema similar en España ayudaría a ajustar la oferta a la demanda, evitando el envío excesivo de copias que terminarán devueltas (y que en el modelo actual perjudican al quiosco). En definitiva, la tecnología puede asegurar la trazabilidad de cada ejemplar y dar transparencia al proceso de cargo y abono.
- Facturas recapitulativas y periodos de liquidación más amplios: Otra medida posible, ya contemplada en la normativa fiscal, es la emisión de facturas recapitulativas que engloben varias entregas en un solo documento de cobro, siempre que sea dentro del mismo mes o periodo. Esto significaría que, aunque hubiera varias remesas de revistas a la semana, el distribuidor podría esperar a final de mes para facturar conjuntamente, tras descontar las devoluciones recibidas durante ese lapso. De hecho, lo ideal sería que dicha factura recapitulativa ya solo incluyera las ventas netas, pero aun manteniendo la estructura actual, ampliar los plazos daría un respiro. Actualmente muchos quioscos liquidan con sus proveedores semanalmente; pasar a un ciclo mensual (o quincenal) permitiría que en ese tiempo se materialicen las ventas y devoluciones, minimizando el desfase. Si al cabo del mes no ha dado tiempo a devolver todo lo no vendido, al menos la factura abarcaría un porcentaje mayor de venta real que una factura inmediata tras cada entrega. Esta flexibilización de plazos debería venir acompañada de políticas de pago más benignas: por ejemplo, que el cargo bancario de la factura se realice unos días después de emitida, dando margen a que el quiosco ingrese las ventas correspondientes antes de cargarle el importe.
- Referencias de otros sectores y países: El modelo de “consignación pura” propuesto no es una quimera, sino que funciona en ámbitos diversos. En el sector editorial del libro, si bien tradicionalmente se operaba con venta en firme y devoluciones, cada vez más editoriales trabajan con depósitos en librerías, facturando solo tras X meses en función de lo vendido, para no ahogar a los libreros (quienes enfrentaban un problema similar de devoluciones masivas). En sectores como el de bienes de consumo electrónicos, proveedores grandes acuerdan con cadenas minoristas modalidades de venta en consignación para introducir sus productos: colocan el stock en tienda, pero solo cobran cuando el cliente final compra, asumiendo ellos el costo del inmovilizado. Incluso en la prensa internacional hay ejemplos: en países nórdicos, algunos distribuidores de revistas implementaron en la última década sistemas de consignación apoyados en la venta electrónica –el minorista escanea la revista cuando se vende y automáticamente se considera vendida a efectos de facturación, sin necesidad de facturar todo el lote por adelantado–. Aprender de estas experiencias sugiere que es viable un reparto de riesgo más equitativo entre editor, distribuidor y vendedor. Un distribuidor de prensa podría argumentar que necesita garantizar cierto ingreso, pero a largo plazo también le conviene mantener una red de ventas saludable: si el quiosco cierra, el distribuidor pierde ese punto de difusión. Por eso, en algunos países se estudian fórmulas de apoyo o subsidio cruzado; por ejemplo, bonificar al vendedor con un extra por ejemplar vendido de diarios para compensar su bajo margen, o reducir las tasas de ocupación municipal para quioscos (medida que Madrid ya aplicó eliminando temporalmente la tasa de vía pública – huffingtonpost.es).
- Adecuación legal y fiscal: Para implementar un modelo de cargo por ventas, sería útil contar con un marco legal explícito que ampare esta práctica en el sector prensa. Esto podría tomar la forma de acuerdos sectoriales (entre distribuidoras, editores y asociaciones de vendedores) o incluso modificaciones normativas. Por ejemplo, adaptar la legislación de IVA para que en las publicaciones en consignación el hecho imponible nazca en el momento de la venta al público y no en la entrega al minorista, evitaría las distorsiones fiscales. Cabe recordar que la figura del contrato de estimación ya existe en el Código de Comercio español y en la normativa tributaria: la propia doctrina fiscal indica que en consignación no debe generarse factura en la entrega sino al vender (gerencie.comgerencie.com. Se podría instar a Hacienda a emitir una aclaración o reglamento específico para el sector editorial y de prensa, confirmando la validez de los albaranes sin valor contable como documento suficiente hasta la venta. Asimismo, desde el plano legal, las autoridades de comercio podrían promover códigos de buenas prácticas o incluso condiciones obligatorias en las licencias de distribución que impidan cargar al quiosquero con el coste de los invendidos. En otros sectores regulados (pensemos en farmacias con ciertos medicamentos en depósito, o en loterías que devuelven billetes no vendidos), se han encontrado equilibrios para que el minorista no anticipe el valor de aquello que finalmente retorna al proveedor.
En conclusión, revertir la desaparición de los quioscos de prensa en España exige no solo enfrentarse a los cambios tecnológicos, sino también corregir desajustes históricos en el modelo de negocio. Entre ellos, el sistema de distribución y facturación destaca como una causa evitable de asfixia financiera. Diversos datos y testimonios muestran cómo la práctica de cobrar por adelantado todo el género –y después abonar devoluciones– ha minado la liquidez y la confianza en el sector, contribuyendo a miles de cierres. Implementar un modelo basado en ventas reales, apoyado en herramientas digitales y consensuado por todos los actores, podría suponer un salvavidas para los quioscos que aún resisten. Se trata de pasar de un esquema en que el último eslabón asume todo el riesgo y coste, a otro más colaborativo y sostenible, donde cada parte gana cuando realmente se produce la venta. Solo así, liberando al quiosquero de ser un “financiador involuntario” del sistema, podremos frenar la extinción de estos emblemáticos puestos de prensa y asegurar su viabilidad en el futuro próximo.
Fuentes: Informes y noticias citados en el texto; Federación de Distribuidores (FANDE); Asociación de Vendedores de Prensa; Informe “Cargo y abono” (estudio sectorial proporcionado); El País, El Independiente, El HuffPost, El Español, entre otros.