Conviene que nadie se lleve a engaño y, desde luego, es preciso hablar claro: los “gratuitos” no representan, para el colectivo de los quiosqueros españoles, una obsesión, sino una amenaza real y con un perfil perfectamente definido.
Lo hemos dicho en alguna que otra ocasión, pero conviene recordarlo: la tesis según la cual los “gratuitos” eran una suerte de sarampión previo al aterrizaje a la prensa de calidad —léase de pago, léase la que se vende en los quioscos— no pasó nunca de ser una mentira piadosa. La explosión de los “gratuitos”, con las implacables cifras que la OJD ofrece como contrapunto frente a la prensa de calidad en cada uno de sus estudios, nos saca rápidamente de cualquier posible duda.
Y lo peor de todo es que en este rosario de despropósitos, insistimos, los editores españoles tienen una gran parte de responsabilidad. Al socaire de la idea de “no perder mercado”, le han tomado gusto a eso de envolver publicidad con un haz de fruslerías, y regalar la cosa en las entradas de los metros, estaciones de autobús y las puertas de los centros oficiales.
Las cartas boca arriba, señores: el cáncer ha sido estimulado desde dentro, mientras se habla de curarlo con betadine y tiritas; de tal manera que, a estas alturas de la película, suena a chiste rancio eso de echarle la culpa a los escandinavos, dicen que los inventores de todo este lío.
¿Dónde está el asidero de la prensa de pago? En la calidad, en el nivel, en la profundidad. En una entrevista que publicaba ayer, 4 de octubre, el rotativo EL MUNDO, Alfredo Triviño —director de arte de nuevos proyectos de News International, el imperio de prensa británico del magnate Rupert Murdoch—, éste lo dejaba claro: “La prensa gratuita e internet son los dos medios que más están influyendo y que más daño, entre comillas, están haciendo a la prensa de pago”.
Las comillas, suponemos, las pondrá el sr. Triviño porque aún conservará —como nosotros— un punto de esperanza en la medida en que los editores sean capaces de reaccionar, aunque, seamos sinceros, la reacción no llega ni por asomo. Los datos están ahí: 4,6 millones de “gratuitos” frente a 4,3 millones que se distribuyen a través de los puntos de venta. O, lo que es lo mismo, 51% frente a 49%. Lo que se traduce en que el gratuito 20 Minutos sea el diario de información general más leído de España con más de 2,44 millones de lectores, por delante tanto del deportivo MARCA como de EL PAÍS.
Pero hay otro dato a tener en cuenta, que no conviene perder de vista porque podría ser una de las claves —o la clave, según se mire— de lo que pueda suceder a corto y medio plazo. Es un secreto a voces que la solidez financiera de los grandes rotativos españoles no es tal y que el continuado recurso a las promociones —“Los periódicos no podemos vivir, simplemente, de contar noticias en un mundo en el que llegamos siempre tarde”, afirmaba hace poco, en México, Juan Luis Cebrián— harían las veces de salvíficos balones de oxígeno.
El enfermo, de momento, sigue bajo pronóstico reservado.