No hay momento ni lugar en el que los antitabaquistas aprovechen la ocasión para propinar una patada en la espinilla de los quiosqueros. La última nos ha venido directamente del XXXIV Congreso de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, celebrado este pasado fin de semana en Sevilla y que se clausuró ayer lunes.
El presidente de dicho Congreso denunció los «claroscuros» de la llamada «Ley antitabaco», que dicho ordenamiento «llega quince años tarde», y dudó de su persistencia «ya que ahora se vuelve a permitir vender tabaco en los quioscos, además de que se puede fumar en los locales de menos de cien metros cuadrados», según han recogido varios medios informativos.
José Castillo Gómez, con un dilatadísimo y envidiable currículum en el que destaca su jefatura del servicio de neumología del Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla, y su presidencia de la Fundación Coll Colomé para el estudio, prevención y tratamiento de las enfermedades respiratorias, bien podía haberle hincado el diente al «problema» de forma muy distinta a como lo ha hecho.
En la redacción de elkiosco.info nos atrevemos a llamarle la atención ?con todo el respeto del mundo, obviamente? sobre algunos aspectos que seguramente ha olvidado, porque estamos completamente convencidos que debe conocerlos al dedillo.
El tabaco es, dr. Castillo Gómez, un producto legal y, para mayor abundamiento, regularizado por el Estado español.
España es, mientras el poder legislativo no diga lo contrario, un país de economía de libre mercado.
Como corrección a la Ley 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco, el Gobierno publicó el Real Decreto-Ley 2/2006, de 10 de febrero, en el que, entre otras cosas, se dice que dicha rectificación se introduce ?leemos textualmente?«para evitar los perjuicios económicos que podrían producirse en el sector», sector que cita inequívocamente como «quioscos de prensa».
Los quiosqueros, dr. Castillo Gómez, hemos dicho por activa y por pasiva que estamos de acuerdo, básicamente, con la «Ley antitabaco». Con lo que no estábamos de acuerdo ?y el Real Decreto-Ley 2/2006, de 10 de febrero, nos dio la razón, aunque de forma un tanto confusa? es que los quiosqueros, en una economía de libre mercado ?insistimos?, no pudiéramos vender un producto legal y regularizado que, además, tradicionalmente expendía el sector.
Para acabar con el tabaco el dr. Castillo Gómez y todos los antitabaquistas deberían dirigir su artillería pesada, no contra el últimamente tan vapuleado gremio de quiosqueros, sino contra el Estado español y quien detenta el poder ejecutivo de la nación; o sea, el Gobierno de Madrid y, en concreto, contra el ministro de Economía y Hacienda que, por lo visto hasta aquí, no está por la labor de seguir los argumentos de su compañera de gabinete, la ministra de Sanidad y Consumo.
Que aunque parezca una verdad de Perogrullo y hasta vergüenza da esgrimirla por enésima vez, el tabaco que se ha vendido, vende y venderá en los quioscos no tiene «más cáncer» que el que se ha vendido, vende y venderá en estancos, bares, restaurantes y otros establecimientos autorizados de punta a punta del país.
Que, según el XLVI Encuentro Anual de la Sociedad Americana para la Investigación del Cáncer, consumir grandes cantidades de carnes procesadas ?frankfurts, salchichas y embutidos en general? puede incrementar el riesgo de cáncer de páncreas. Que, según distintos organismos médicos, el «toner» de fotocopiadoras y tintas de impresoras de distinto tipo son productos altamente dañinos para la salud y tienen un carácter cancerígeno. Así, en el rotativo madrileño EL MUNDO, en su edición del 22 de septiembre de 1994, podemos leer que «especialistas del Hospital Universitario de Granada creen que estar mucho tiempo cerca de una fotocopiadora puede acabar dañando los pulmones. Sus sospechas se fundan en el caso de una mujer de 44 años que trabajaba permanentemente al lado de fotocopiadoras, cuya biopsia pulmonar mostraba depósitos de hierro y silicona procedentes del “toner” de las máquinas». Que según el IDAE o Instituto de Diversificación y Ahorro de la Energía, en información suministrada en febrero de 2002, el 48% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) ?responsable directo del letal «efecto invernadero» y, en consecuencia, del aumento de todo tipo de cánceres de piel? en España proceden de la utilización de derivados del petróleo por parte del conjunto de transportes públicos y privados. En consecuencia, dr. Castillo Gómez, ¿dejamos de consumir morcilla de Burgos, cerramos todas las oficinas e imprentas del país, y sustituimos todos los medios de transporte por el socorrido «coche de San Fernando»…?
Los quiosqueros, dr. Castillo Gómez, estamos hartos ?créanos? de ir de boca en boca por un «problema» que no hemos generado y del que, en buena lógica, no somos responsables sino justamente todo lo contrario. El sector sigue, pues, pensando que no ha hecho nada para merecer todo esto.