A principios de la década de los ochenta del pasado siglo —¡ya ha llovido lo suyo!— un grupo musical llamado «The Buggless» cantaba aquello de «Video killed the Radio Star» («El vídeo mató a la estrella de la radio»). Un cuarto de siglo después —permítasenos el chiste fácil—, el vídeo no sólo no mató a la estrella de la radio sino que es el vídeo el que está, por culpa de los reproductores de DVD, en los ultimísimos estertores.
De la misma manera que el folletón no liquidó al teatro, ni la televisión se llevó por delante al cine, va a ser bastante complicado jubilar a los periódicos de papel. Es obvio que en nuestro acelerado mundo están ocurriendo cosas y de manera muy rápida, que los periódicos de hogaño no son los mismos que se leían hace cincuenta y que variarán sustancialmente, no ya dentro de cincuenta, sino de diez e incluso cinco años. Pero de ahí, a hacer demasiado caso a los agoreros que sueñan con que el papel-prensa forme parte de la historia, hay un abismo.
De momento, las alternativas al papel y al olor a tinta fresca han fracasado. Los editores, que habían visto en «internet» un resquicio, se han dado de bruces con la realidad; realidad que no es otra que, en un mundo «gratuito» como es «internet», la de tratar de poner puertas al mar. Ahora nos viene, sin embargo, una segunda embestida: la de la tecnología desarrollada por una filial de la multinacional holandesa Royal Philips Electronics llamada «e-ink» y que podríamos traducir por «tinta electrónica» o «tinta digital». En el fondo —y en la forma— se trata de miniordenadores de mano, algo más grandes que los conocidos «PDA», que se conectarán a través de la red de redes, no por cabe sino mediante «wi-fi». Resultado: un sucedáneo del periódico de toda la vida.
No dudamos que existen sectores sociales, auténticos devoradores de información, que van a acoger de muy buena gana esta nueva tecnología «e-ink». Pensemos, sin ir más lejos, en los ejecutivos de grandes empresas y, sobre todo, en profesiones liberales para los que la información constituye la columna vertebral de sus actividades. Empresas informativas que están pensando en ellos no faltan: el parisino LES ECHOS; el INTERNATIONAL HERALD TRIBUNE, de Nueva York; el DE TIJD, belga en lengua flamenca… Se dice que hasta los chinos están interesados en este invento.
Según informaciones aparecidas recientemente, estos miniordenadores estarán disponibles a finales de año y su coste rondará los 500 euros. Bien… añadamos a esos 500 euros el coste a la suscripción al o a los «periódicos digitales» apetecidos… ¿a cuánto asciende el coste de estar al día? A través de los «e-ink», ¿estarán todas las páginas del periódico o sólo algunas concretas? Don Roberto, que ya rebasó sobradamente los taitantos y que no puede pasar el día sin dar antes un repasito a las esquelas del ABC, ¿también tendrá su «e-ink»? Y Manolo, el del bar de la esquina, ¿tendrá un «e-ink» conectado al MARCA que, como la farsa monea, pase de mano en mano entre raciones de bravas, cañas y cubatas…?
El periódico de papel es un enfermo con una excelente salud de hierro que, para colmo, lleva siglos viendo pasar cadáveres por delante de su puerta.