¿Que la realidad no supera la ficción? Tal día como el pasado 8 de septiembre, elkiosco.info publicó un artículo sobre la presión a la que el vendedor de prensa se ve sometido por distintos sectores de la sociedad española. Lo titulamos “No tenemos vocación de muñeco del pimpampum” y, entre otras reflexiones, hacíamos una alusión irónica sobre hipotéticas entidades que, cual improvisadas brigadas antivicio o ejércitos de salvación, tratan de adaptar la realidad a sus elucubraciones y discursos; adaptaciones que, por lo común, tienen como víctima propiciatoria al profesional del punto de venta.
Decíamos: “¿Es que nuestro futuro se tiene que ver necesariamente abocado a luchar contra la ‘Liga Anticaries’, que tratará de prohibir la venta de golosinas; contra la ‘Asociación Pro-Defensa de la Bicicleta’, empeñada en acabar con la venta de Bono-Bus; contra el ‘Foro No a las Apuestas’, tratando de que la diosa Fortuna se aleje de los quioscos con ‘máquina’…?”.
No ha pasado mucho tiempo, pues, para que registremos el primer caso. En la sección de ciencia de terra.es del pasado día 18, aparece una noticia que nos saca de la hipótesis, más o menos burlona, y nos sitúa de bruces con la cruda realidad. Átense los cinturones… Bajo el titular “Asociación Entomología rechaza la venta de insectos en quioscos”, leemos: “La Asociación Española de Entomología expresó hoy su rechazo a la venta de coleccionables de insectos y artrópodos en los quioscos, porque ‘ofrece una imagen desafortunada de estos animales y transmite un mensaje equivocado de su función en el Medio Ambiente’. Según explicó a Efe el presidente de esta Asociación, Eduardo Galante”. En el texto de dicha información se alude a que “el comercio de insectos anula la labor divulgativa de muchos entomólogos españoles a favor de una educación ambiental respetuosa…”, y añade el catedrático de Zoología de la Universidad de Alicante que, con ello, “se rebaja a los insectos de la categoría de animales a la de bichos”, comparando dicha situación con una hipotética venta en quioscos de “pollos, peces u otros animales que fueran conservados en resina plástica”, apuntando que el coleccionable de la editorial RBA que ahora se está vendiendo en los quioscos españoles, dibuja una situación en la que los insectos son considerados “objetos de decoración”.
Al margen del respeto que nos produce la cualificada opinión de un experto científico, no es de recibo señalar al quiosco poco menos que como responsable del —vamos a llamarle así— escándalo. Una vez más, el mensajero —el quiosquero— es señalado como foco séptico de una situación que, por supuesto, estamos lejos de haber generado. La editorial es RBA y al margen de la carga científica del coleccionable, a buen seguro, sus responsables habrán sacado sus correspondientes ISBN y depósitos legales que, por si alguien no lo sabe, conceden, no las sufridas asociaciones de quiosqueros, sino los poderes públicos. Repetimos: los poderes públicos. Que RBA haya iniciado la promoción bajo el banderín de enganche de “bichos” es, ciertamente, discutible, pero ni siquiera en estas cuestiones de orden nominal, créannos, se tiene en cuenta al gremio.
Estamos, en consecuencia, ante una nueva tormenta en un vaso de agua; situaciones éstas que, desgraciadamente, se repiten con exasperante frecuencia y que —insistimos— nunca van al tuétano de las cosas y siempre se quedan en la cáscara. No exageramos lo más mínimo si decimos que el tiro al quiosquero se ha convertido en una suerte de deporte nacional para minorías con hambre mediática. Durante los últimos meses no han faltado quienes creían que, acabando con el tabaco en los quioscos, llegaríamos a tocar con la yema de los dedos el Paraíso, o quienes consideraban que había que desterrar de los puntos de venta determinadas —y, al parecer, pecaminosas— zonas de la anatomía humana, para tranquilidad de almas límpidas… todo ello bien sazonado con el tsunami de “gratuitos” que, para mayor inri, se envuelven en el cínico celofán del “fomento de la lectura”…
Sólo nos faltaba que a esta pléyade se uniera la Asociación Española de Entomología y, al final, ahí los tenemos. Que conste que respetamos a dicho colectivo y a la persona de su presidente, pero no por ello podemos hacer dejación a la hora de mostrar nuestra discrepancia y, al mismo tiempo, nuestro enfado. Los quioscos de prensa, ciertamente, no son templos del saber ni aspiran a convertirse extensiones del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), pero los profesionales sí tenemos los suficientes dedos de frente para saber que esta colección no denigra a los bichos —perdón, insectos— y hasta estamos convencidos que RBA —con la inestimable colaboración de los quiosqueros— va a hacer, dentro de diez o quince años, un buen puñado de prestigiosos entomólogos, de igual manera que el televisivo dr. Gannon de los años sesenta —¿se acuerda sr. Galante?— inundó de vocaciones las Facultades de Medicina.
Los quioscos españoles están plagados de bichos, sí, pero en metacrilato, lo cual no deja de ser —estará de acuerdo el/la internauta— un saludable ahorro en insecticidas.